Creo en la conversión de la Raza. Muchos viven situaciones catastróficas en los barrios: familias inestables, violencia… Pero, aun así, Dios sigue haciendo milagros. Un miembro de la pandilla que se convierte en misionero sigue viviendo la misma película; conoce bien el terreno que pisa la banda, pero ahora busca apoyarlos para que estudien, trabajen, se superen y sean libres. Hay esperanza en el barrio. A veces creemos que en las pandillas todo es malo, pero no es así. También hay personas buenas, con un gran potencial aún por descubrir. Existen “gigantes del bien”, como una vez me dijo la Madre Guille. Por eso tratamos de ayudar a los jóvenes a desarrollarse, a creer en sí mismos y a descubrir que dentro de ellos hay un tesoro.